Histerectomía y doble anexectomía

Supongo que este es uno de los temas que más interesan a las personas trans en general: el resultado de las intervenciones sobre los órganos sexuales.

En mi caso no me decidí a realizarme una faloplastia en ninguna de sus vertientes porque los profesionales a los que consulté y los comentarios que encontré de la gente que se lo había hecho, así como mi propia experiencia con mis pezones y mi conocimiento del tema me hizo concluir que no había un porcentaje de éxito que me pareciese aceptable. Ya he dicho que soy una persona muy sexual y el tener una posibilidad alta de perder sensibilidad en los genitales al punto de no poder tener un orgasmo me quitó las ganas de confeccionarme un pene.

Me costó varios años aceptarlo. Cuando era más joven y sabía menos cosas me desesperaba y me acomplejaba muchísimo tener vagina. Me constó bastante dejarme tocar por mi primera novia, porque me daba asco y vergüenza que me tocase los genitales. Después lo fui tolerando, pero me martirizaba y me avergonzaba tener vagina al punto de que no consentía (ni conmigo mismo) tener sexo con penetración hacia mí porque me resultaba incómodo y humillante. Para mí, en aquel momento, que algo me penetrase era como un recuerdo pesadillesco diciéndome “¿lo ves? Eres una mujer a fin de cuentas”. La verdad es que fueron momentos bastante turbios. Pero al final me enfrenté a todo eso un poco a lo gonzo y el placer acabó venciendo al miedo y conseguí ganar un poco de autoestima.

Me costó varios años entender que no tener pene no me hacía menos hombre. Obviamente el constructo social de hombre-mujer y el tabú contra lo trans era mucho más fuerte cuando yo era preadolescente y mi concepto de “HOMBRE” era muy casposo. Una vez que fui rompiendo esos tabúes y desmontando el cuento que me habían ido metiendo en la cabeza a través de respresentaciones en dibujos, libros, figuras públicas o comportamientos de mi entorno ya pude ir disfrutando de mi sexualidad de una forma más sana. El proceso fue similar al de des-satanizar el sexo anal, pero bueno, creo que se me ha entendido.

Todavía a día de hoy me parece poco práctico tener vagina, sobre todo siendo una persona que necesita mear a cada minuto (no por ser trans, si no porque soy un meón) y claro que me encantaría tener mi pene y mis gónadas y tener hijos y ser cis y tener una vida sencilla (jasjas), pero una vez tuve mi nombre y tuve mi pecho plano mi autoestima se disparó y aprendí a disfrutar del resto de mi cuerpo.

En fin, volviendo con la histerectomía y anexectomía (quitarse útero y ovarios) al principio tenía muchas dudas de si hacérmela porque le temía a las consecuencias tanto para mi pelvis como para mi vida sexual. Además, quitarme los ovarios significaba quedarme totalmente sin capacidad propia para producir hormonas sexuales y eso no sólo repercute en la apariencia física (las hormonas sexuales están implicadas en procesos fundamentales como la calcificación del hueso o la formación de esteroides) y no hacía más que pensar “es que si hay un desastre mundial o una guerra y no puedo hormonarme, voy a quedarme totalmente sin hormonas y eso significa una osteoporosis brutal y otros problemas importantes de salud”. Realmente esa idea era algo que me agobiaba bastante, pese a las pocas posibilidades de que eso pasase en ese momento.

Por otro lado, la vida sexual. El útero no sólo sirve para engendrar, también tiene su función en el desarrollo del orgasmo y como punto erógeno y eso era algo que me aterraba perder. Eso sumado a que al quitar el útero, el resto de vagina queda unida a la pelvis de forma bastante precaria y tienes mucho más riesgo de tener un prolaxo vagina con los años (eso significa que la vagina se te sale hacia afuera como un calcetín del revés). Otras cosas en las que pensaba era en que, al retirar un órgano de la pelvis, el intestino cambia de posición y además forma pegaduras entre sí y en las zonas donde quedan las cicatrices y puntos de la operación anterior y eso te puede producir problemas como oclusiones intestinales a lo largo de los años (problemas que pueden aparecer 10, 20 o más años después de haberse operado). En fin, el panorama era un poco precario.

¿Por qué me quise operar entonces? Bueno, obviamente no fue por disforia porque mi útero sólo lo veía yo. Hubo dos razones principales. La primera fue una pesadilla que me perseguía desde que fui consciente de mi disforia: quedarme embarazado, sobre todo por violación. Suena muy catastrofista, pero era una fobia, total y absolutamente irracional. Soñaba que me quedaba embarazado y no quería tenerlo y me obligaban y paría y era todo HORRIBLE. Era verdadero terror lo que tenía con ese tema y había momentos en los que vivía con miedo de que eso pudiese pasar. Soy bisexual y llegó un momento en el que empecé a tener relaciones con un chico con el que, muy de vez en cuando, practicaba penetración vaginal (siempre con preservativo). Pues cada vez que eso pasaba me tiraba un mes asustado y haciéndome test de embarazo aunque la probabilidad de quedarme embarazado durante mi tratamiento hormonal era muy MUY baja.

La otra razón ya fue más razonable (y fue la principal). Someter a mis ovarios y mi útero, órganos que estaban hechos para vivir en un ambiente de estrógenos, a una constante exposición de testosterona incrementaba el riesgo de tener algún tipo de cáncer ginecológico. De hecho, el síndrome de ovario poliquístico consiste en que un mal funcionamiento ovárico hace que no se generen bien los estrógenos y haya un exceso de andrógenos (los ovarios se encargan de transformas los andrógenos de las mujeres en estrógenos). Y eso sí que me parecía un riesgo innecesario para mi salud. Es cierto que la probabilidad no es gigantesca, pero una probabilidad aumentada de cáncer por tener unos órganos que no estaba utilizando me parecía un riesgo que superaba al beneficio.

Y otra cosa no menos importante. Uno de los riesgos de realizarse esta intervención (y ahora lo veo bastante habitualmente) es que te perforen el colon y acabes con una colostomía terminal (una bolsa para echar las heces de por vida). Así que creo que tampoco era un miedo infundado.

Tengo que decir que hubo algo que me pareció muy discriminatorio en este proceso. Hubo un momento en el que me planteé quitarme sólo el útero y dejarme los ovarios por si en algún momento tenía que dejar la hormonación por alguna coda no quedarme con producción hormonal de cero. Y la respuesta de mi endocrino fue que eso “no se podía hacer”. Lo que ofrecía la seguridad social era o quitar todo o no quitar nada y me sentí bastante violentado y obligado por el sistema. No sé si con la nueva legislación es algo que ha cambiado y puedes decidir, pero en el momento me pareció bastante en contra de mi voluntad sobre mi cuerpo. Si me voy a sacar algo debe ser algo que yo me quiera sacar, no que la seguridad social me obligue. Espero de verdad que esto haya cambiado porque me pareció un ataque contra los derechos humanos básicos en pleno 2020.

La verdad es que en esto también tuve suerte porque pude hablar con una persona muy cercana que había pasado por la misma experiencia: mi madre. A ella le realizaron una histerectomía por un cáncer de cérvix y me pudo explicar todo lo que vivió y los cambios que sintió después de operarse.

Así que al final me convencí y lo hice. Decir que me puse en lista de espera sin estar seguro y todo es lo fui pensando a lo largo de los 6 años que tardaron en llamarme, así que, aunque no lo tengáis claro, os aconsejo entrar en lista de espera porque siempre estáis a tiempo de negaros en el último momento.

¿Y qué pasó después?

Bueno, tuve suerte. Mi operación fue exitosa, nadie me perforó el colon ni el recto y por ahora ni tengo un prolaxo, ni me ha salido una hernia ni (por ahora) se ha desatado una guerra que acaba con las reservas de testosterona que necesito para tener hormonas sexuales.

Pero cambiaron cosas. Lo primero malo que noté fue con los orgasmos. Después de operarte tienes que esperar, por lo menos un mes y medio, para tener relaciones sexuales porque el fondo de la vagina tiene que cicatrizar. La primera vez que me masturbé después de eso me deprimió bastante. Obviamente no perdí el placer, pero el orgasmo cambió totalmente. Al no tener la contracción uterina mis orgasmos bajaron de intensidad y se quedaron con un final un poco insatisfactorio, como que no terminaban del todo. El shock fue importante al principio, obviamente, pero tuve que aceptar que mi forma de sentir placer había cambiado y tampoco fue dramático adaptarme. La penetración me daba un poco de miedo al principio, pero en mi caso mejoró un poco (solía dolerme siempre un poco), aunque es cierto que si el falo (real o dildo) es muy grande y me empuja al fondo me dan unos pinchazos un poco desagradables. Otra cosa curiosa es que perdí parte del placer con la penetración anal. Al final el útero es una zona erógena durante el sexo anal, pero sigo disfrutándolo.

En general todo correcto, hay cosas que han cambiado pero me permite disfrutar totalmente de mi sexualidad de forma plena. Por el resto de cosas pues mi ansiedad respecto al cáncer, al embarazo y etc desapareció (creo que no he vuelto a soñar que me embarazo) y me permitió vivir más feliz.

Como todo, esta decisión es muy personal y creo que hay que tener muy en cuenta los riesgos y beneficios. Así como la mastectomía tiene los riesgos básicos de una cirugía, pero luego los riesgos son básicamente estéticos. Esta intervención tiene unos riesgos mayores a tener en cuenta. Es cierto que, como todos los riesgos quirúrgicos, son bajos, pero nunca cero. Quizás te toca ser la persona 1 entre un millón (y siendo trans somos totalmente consciente de lo que se siente siendo ese número de la estadística) así que yo diría que no te lanzases sin estar seguro de que vas a correr ese riesgo.

En mi caso salió bien, pero no me enorgullezco de haberme tirado de cabeza un poco obligado por mi entorno familiar (porque les preocupaba lo del cáncer) y sin haberlo asumido por completo. De hecho, después de quitarme los ovarios tuve un par de meses en los que tuve muchas crisis de migraña juntas y el no haber asimilado los posibles riesgos de la intervención hizo que tuviera una discusión con mi madre por la rabia que me daba verme en esa situación. Al final todo se acabó solucionando y mejorando, pero es cierto que pude haber tenido complicaciones y pude haberme quedado con una colostomía terminal ycomo le pasa a algunas mujeres a las que les hacen histerectomías por otros motivos y eso hay que tenerlo bien en mente.

 Otra de las cosas que me pareció tremendamente injusto fue que nadie en ningún momento me propuso guardar óvulos previo al inicio del tratamiento hormonal. Incluso cuando le pregunté a mis médicos sobre ese tema me dijeron que, de todas formas, si no tenía intención de engendrarlos tampoco tenía mucho sentido. Fue otro de los momentos en los que me sentí muy discriminado y despreciado porque cuando fui consciente de que se podía hacer algo como eso por la seguridad social ya era tarde. La verdad es que mi proceso no ha sido especialmente accidentado con respecto a la sanidad pública, pero en ese momento sí que sentí que me habían robado la posibilidad de ser padre biológico.

Llegué a preguntarle a mi endocrina si era plausible sacarme óvulos tras varios años de hormonación cuando veía que se acercaba el momento de mi histerectomía y oforectomía. Para entonces yo ya tenía un poco de idea de lo que se degeneraba el ovario bajo la influencia de los andrógenos, pero tenía una pequeña esperanza. Ella me explicó que, por poder, podía empezar una desescalada de la terapia androgénica y retomar mis antiguas hormonas (un proceso de meses) y posteriormente empezar con el tratamiento hormonal contrario para obligar a mis ovarios a producir la mayor cantidad de óvulos posibles. Pero que eso, a parte de ser una bomba para el cuerpo y de suponer volver atrás en muchos aspectos de la transición, no aseguraba conseguir óvulos viables después de haber estado tantos años expuestos a un ambiente androgénico.

Sé que hay chicos trans que se han embarazado después de haber empezado a hormonarse, pero me parecieron argumentos bastante sólidos como para dejarlo estar. No quería volver a pasar por los problemas del cambio de hormonas, ni volver atrás en la transición. Tampoco tenía intención de engendrarlo yo y no quería llevar a cabo un proceso tan largo para que al final mis óvulos no fuesen viables o si había posibilidades de que mis posibles hijos tuviesen algún problema de desarrollo embrionario por el mal estado de mis óvulos.

En fin, soy una persona bastante preocupada en ese sentido, así que decidí no correr más riesgos de lo estrictamente necesario. Aunque sí que sentí que me habían robado eso de forma muy discriminatoria (cosa que a nosotros nos lo venden como que no pasa nada y que es mejor que no seas padre, pero luego con la gente cis si te tienen que quitar una sola de las gónadas ya es un drama por si luego quieres ser padre y te va mal) no tengo problema con empezar un proceso de adopción cuando tenga en mente ser padre. No tengo una obsesión intrínseca porque mis hijos sean de mis genes, así que puedo vivir con ello.

Por el resto, la última vez que fui al ginecólogo me dijeron que, salvo que pasase algo fuera de lo común, no era necesario hacer citologías del muñón vaginal.

Aunque ya no tenga útero sigo utilizando preservativo cuando tengo relaciones sexuales porque aunque no me embarace las infecciones de transmisión sexual siguen ahí. Además de eso estoy vacunado contra las cepas más problemáticas del virus del papiloma humano así que, en conjunto, creo que estoy bastante protegido.

En fin, como siempre espero que haya sido de ayuda para alguien y cualquier duda podéis dejarla en comentarios.

Un saludo y enseñad los dientes.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Presentación y hormonas

Mastectomía